La travesía desde el xenocentrismo a la liberación.
Advertencia: Este escrito no pretende ofender, generalizar ni menospreciar la cultura estadounidense ni las personas que residen o nacieron en ese país. Simplemente, como ciudadana de un territorio estadounidense, comparto mi historia.
¡Hola a todos y a todas! ¡Ya estamos a mediados de octubre y no puedo estar más emocionada! A solo unas semanas de las elecciones hoy les quiero compartir sobre mi mentalidad xenocéntrica y cómo empecé a liberarme de ella. Más adelante les explicaré lo que significa este término, pero primero les compartiré cómo surgió este tema.
Unas semanas después de lanzar Finding Our Beat, un amigo me envió un texto con la siguiente pregunta: “¿Por qué escribes en inglés?” Esa pregunta me dejó como en modo de defensa, pero ¿por qué? Es solo una pregunta, ¿no? La realidad es que una simple pregunta provocó una profunda reflexión hasta hallar la verdadera respuesta.
Primero, debo aclarar que esa pregunta me la hago desde que comencé este proyecto. Bueno, la batalla interna realmente es si debo realizar mis escritos en inglés o en español. (Me encantaría que ustedes compartieran su preferencia en los comentarios al final del escrito.) De todos modos, mi intención siempre fue crear un blog bilingüe. Sin embargo, aunque creí que era una posibilidad con la página anfitriona que utilizo, no lo fue y opté por realizar mi blog en el idioma que sentí que mejor dominaba.
La respuesta simple y superficial a la pregunta original es que me gusta el inglés. Mi materia favorita en la escuela era el inglés y mi bachillerato fue en esa materia.
La respuesta más compleja comienza con el deseo de mis padres de que mi hermana y yo fuéramos bilingüe ya que ellos no tuvieron dicho privilegio y se les dificulta hablar inglés cuando necesitan hacerlo. El plan era que nosotras hiciéramos nuestra vida en Estados Unidos. Supongo que era por eso de perseguir el “sueño americano”. Por eso de niña, lo que escuchaba, leía y veía era en inglés y en español, pero me inclinaba más al inglés, incluso hasta el día de hoy. Como consecuencia, adopté una mentalidad xenocéntrica.
En palabras simples, el término “etnocentrismo” es cuando interpretamos el mundo desde nuestra cultura con la noción de que las costumbres, las creencias y el lenguaje de las culturas ajenas son inferiores. Por el contrario, el “xenocentrismo” es cuando uno privilegia las ideas, las costumbres y las creaciones de una cultura por encima de la propia.
Aunque esa era mi mentalidad, las cosas tomaron un giro cuando me gradué de escuela superior. Debido al factor económico que me impidió ejercer mis estudios universitarios en Estados Unidos, terminé en el Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR-RP). Les confieso que durante mi primer año, mi actitud en torno a la IUPI, como cariñosamente le llamamos a ese recinto, fue pesimista. Luego comprendí que fue una hermosa bendición.
La IUPI me enseñó sobre mi Isla y nuestra cultura. Me enseñó a quererla y a entenderla. Aprendí a apreciar nuestra diversidad, costumbres, música e incluso el idioma. Me ayudó a desarrollar pensamiento crítico para llegar a mis propias conclusiones y asumir mis posturas. Si son o no las mismas de antes, esas decisiones ahora son conscientes y no imitadas o impuestas. Aún así, el proceso de redescubrirse y re-pensarse siempre será contínuo.
Para ese entonces, había comenzado a bajar, escalón por escalón, a la cultura estadounidense del pedestal donde la tenía (sin obviar muchas de sus maravillas y sin negar que muchos de mis gustos e intereses son influenciados por ese país). Sin embargo, hace cuatro años el juego cambió aún más; ustedes sabrán porqué.
En estos últimos cuatro años he visto un lado de ese país soberano que quizás siempre estuvo presente pero oculto, o que quizás mi ceguera a raíz del xenocentrismo me lo impidió ver. Desde lejos he visto cómo la intolerancia, el discrimen, la agresividad, la falta de empatía, el coraje, la indiferencia y el miedo han dividido a una nación que yo, y estoy segura de que muchos, admiramos. Es como si alguien hubiera otorgado un permiso para actuar de esa manera, lo que describo como cuando descubrí que Santa Claus no existe o cuando supe que detrás de Mickey y Minnie Mouse hay un ser humano: decepción y tristeza.
¿Ustedes saben lo que es que un hombre negro, latino y alto a punto de irse a vivir allá, con temor de enfrentar discrimen por sus rasgos físicos, sienta que debe practicar cómo debe reaccionar y actuar en caso de que un policía lo detenga por la razón que sea? A mí se me hace difícil creerlo.
Situaciones como esas continúan abriéndome los ojos mientras siento lástima, frustración, coraje y tristeza, pero en dos semanas muchas cosas pueden cambiar…
Este fue un fragmento de mi historia moldeada por un status colonial. ¿Cuál es la tuya?
Hasta el próximo lunes, continúa encontrando tu ritmo mientras bailas al ritmo de la vida. Bonita semana.
Commentaires